El agua configura en Aragón una amplia diversidad de paisajes, que dan lugar a una gran variedad de ecosistemas, formas de vida y de adaptación humana. Siendo como es imprescindible e insustituible, y dado que el agua es en muchos lugares de nuestra geografía un bien escaso, el hombre ha sabido aplicar estrategias económicas y domésticas para su buena gestión, con lo que ha ganado condiciones para que su existencia fuera más valiosa y cómoda.
En la sociedad agraria de corte tradicional, como ha sido la de nuestra Comunidad hasta hace pocas décadas, se ha hecho un aprovechamiento integral del agua, partiendo de la fuente para uso humano, pasando por los abrevaderos de uso animal, siguiendo con los lavaderos y, en ocasiones, al final aún se utilizaba en estructuras para riego. Los espacios vinculados al agua, tan visitados por nuestros antepasados, fueron necesariamente puntos sociales de unión y comunicación de los colectivos humanos en nuestra tierra, como otras infraestructuras también de empuje hidráulico como fueron los molinos. Estas máquinas en sus distintas variantes (harineros, papeleros, polvoreros) son parte fundamental del patrimonio etnológico de nuestra Comunidad, como lo son numerosas instalaciones de lo más variado (pozos, aljibes, caños, fuentes, acueductos, puentes, batanes, lavaderos de mineral, depósitos, pozos de hielo, abrevaderos, lavaderos, etc.).
Hasta el acceso más básico al agua en muchos lugares de Aragón ha sido un esfuerzo titánico. El sistema de balsas buenas y malas, según fuera de boca o para ganado, y el de balsa y rebalsa, para lograr la potabilización por decantación, ha abastecido a numerosas localidades que no se asentaban cerca de cursos fluviales regulares hasta hace pocos años, de manera que las costumbres, leyes locales y creencias estaban ligadas al líquido elemento de manera indeleble. En las zonas de regadío tradicional, las prácticas para una buena gestión del agua son dignas de ser estudiadas con suma atención, pues suponen un espejo detalladísimo de cómo superaron las sociedades rurales las rivalidades, llegando a acuerdos que beneficiaron a todos. El agua ha generado pactos, leyes, normas y reglamentos que medían la correcta utilización del agua hasta la última gota.
Casi todos nuestros pueblos y ciudades cuentan con leyendas relacionadas con el agua, con folklore vinculado a los lugares donde surge o se guarda, con actos religiosos ligados a momentos de escasez en rogativas desesperadas que imploraban agua a los santos; particularmente en la ribera del caudaloso Ebro a veces se pedía lo contrario, que dejara de crecer el nivel.
Desde refranes hasta canciones tienen como hilo conductor el agua, la lluvia, la nieve, etc. Su poder purificador hace que sobre ella se cargue un gran valor simbólico, a veces rozando lo mágico cuando se le dan poderes curativos o protectores en jornadas concretas como en la noche de San Juan, o en lugares apropiados como los esconjuraderos para desviar las tormentas.
El agua en Aragón es un importante articulador de identidades colectivas, porque es vida. El patrimonio material e inmaterial relacionado con temas hidráulicos que los aragoneses acaudalamos es un tesoro que nuestros antepasados han sabido hacer llegar hasta nosotros, por lo que no podemos dejar de ser conscientes de ese legado, y de la importancia y la problemática que acompañan al agua hoy en día, porque siempre en nuestra tierra va a seguir siendo un bien escaso.